2.6.09

Gilipollas

Abro los ojos. Es mediodía. Salgo de la cama y una sensación extraña recorre mi cuerpo. Una certeza, seguida de un amplio malestar, es arremolina en mi mente. Aún no sé qué es, pero mi instinto me dice que no tardaré en averiguarlo. Miro la mesa del salón y los apuntes desperdigados me miran con la sonrisa de quien jode a otro por pasión. Rutina, costreo y apatismo. Tres fuerzas vitales de destrucción absoluta se adueñan de mí una mañana más, un día más. Me doy fuerzas a mí mismo diciendo que todo debe cambiar, que debo salir del asqueroso agujero que llamo realidad, que hoy será el día idóneo para mutar, para volver a un estado primigenio, para despertar.

Me miro en el espejo y en unos ojos de vaca escruto el hueco que la furia ha dejado tras su marcha. Hace mucho que me ha abandonado. Me tomo un café mientras fumo un cigarrillo apoyado en la ventana. El régimen de una comida diaria me está dejando hecho mierda, pero por más que lo intento nada me apetece, nada me llena, me sacia. Estudio, o lo intento, durante un par de horas, distraído ante la única idea que me obsesiona desde hace tiempo ¿Qué me ha hecho cambiar? Me resisto una vez más a rememorar un pasado activo y alegre, una roca de pura perdición que me arrastra al fondo de mí ser para ahogarme con una sensación parecida a la desesperación.

Vuelvo al baño y la furia sigue sin estar ahí. Recuerdos rebeldes de tiempos pasados destellan en mi mente recordándome al ser que solía ser. No era la mejor de las personas, pero al menos no estaba muerto en vida.

Will me llama, se ríe. Un mensaje de texto nos advierte que la enésima compañera se va a largar. Genial, pienso, el cuento de nunca acabar. Más la sonrisa de su rostro calma los ánimos que se fraguan en mi interior. Atrás quedaron tiempos oscuros de discordias y malos royos. Esto nos destruirá, no como antes. Me vuelvo a bajar a estudiar.

De nuevo pensamientos inquietos asolan mi mente, impidiéndome pensar. Las letras frente a mí se tornan dibujos difusos con vagos rasgos humanos. El tiempo pasa y el silencio aumenta. De nuevo salgo a la ventana para fumar y pensar. Odio todo este mundo y cuanto me rodea, me da ganas de vomitar. Su codicia, su maldad, su falsedad inherente. Y no tengo fuerzas para luchar. Antes creía en algo y me ilusionaba pensar que al menos con mi ayuda, aunque fuera un poco, podría cambiar. Creía en mis fuerzas, en mis posibilidades; me comería el mundo y nada ni nadie me podría parar. Ahora miro el pitillo descapullado, aún humeante, y no dejo de pensar qué ha podido fallar.

El silencio se rompe con un sonido de llaves y tacones. La fiesta va a empezar y yo con estos pelos, pienso mientras una efímera sonrisa felina se dibuja en mi rostro. He vivido esta experiencia más de lo que debería y al final te terminas por acostumbrar. Espero el momento cumbre meditando sobre cómo sería, si una buena defensa será un gran ataque. El ruido de tacones cesa, la señal no pactada del inicio de la batalla. Subo las escaleras y uno a uno nos juntamos frente a la puerta maldita, tentando a una suerte ya echada de antemano. Alea iacta est. Mis nudillos golpean la madera milenaria.

Dos rostros se dibujan tras un rayo de luz, revelando que el enemigo cuenta con más tropas de las que esperábamos. Trabo saliva y comienzo el ritual. Las palabras suenan dulces durante los primeros compases de esta farsa, provocando en mi corazón un fallo garrafal. Bajo la guardia, me creo todo el chiste e incluso comienzo a tener esperanza cuando en este nauseabundo túnel se empieza a ver el final. Pero de repente… Zas! La palabra clave: Dinero.

Lo que antes eran sonrisas y dulzura comienza a mutar en un extraño rictus a medio camino entre el asco y el odio. Los dos rostros nos escrutan susurrándonos sin palabras insultos ya olvidados por su extrema maldad. Los leones salen a la pista, el espectáculo ha comenzado, pero no sé cómo terminará.

Con una habilidad pasmosa el enemigo toma la delantera jugando una carta que no había tenido ni la idea de considerar. El poli bueno llora, el malo nos grita y no sabemos cómo actuar. Intento frenar esta locura, asombrado de que por primera vez no se centrase en mí, pero la situación me supera.

Latido

Los gritos van en aumento, los nervios a punto de estallar; y yo en medio del campo de batalla intentando frena lo inevitable. Nuestras tropas se retiran, dejándome al cargo de la defensa total. Cuando vuelven a mi lado han decidido claudicar. En una batalla perdida de antemano minimizar las bajas es lo único que cabe esperar. Entonces aparece.

Latido

Una asquerosa sonrisa triunfal. Pese a sus bajas el enemigo ha vencido y aún se quiere regodear. Las palabras dulces vuelven, pero esta vez el mensaje ha cambiado. Antes llovían alabanzas y risas, éramos los mejores tíos de la faz de la tierra. Ahora el momificado rostro de una bruja me intenta engañar tras una máscara de falsa bondad. Mientras tanto, tras ella, restos de rímel cubren la cara del poli bueno, auténticos vestigios de una opereta que me cuesta creer que sea fruto de improvisar. Las odio. Tras esta máscara, esta imagen, se esconde una palabra, una verdad. Gilipollas…

Latido, latido

Los grajos abandonan el nido, devolviéndome a la realidad. La batalla ha sido dura, pero no hay muchas heridas por lamer. El tiempo pasa, el teléfono suena y tras varios minutos descubro que la compañía de teléfonos me ha vuelto a joder. La enésima polla que me podían meter por el culo, el mobbing empresarial. Pido explicaciones y no me las dan. La vida es dura muchacho y todos tenemos que tragar. Un sonoro Me Cago en Dios retumba por toda la casa con el eco marchito del odio no correspondido. No tengo a quién gritar, no tengo con quien explotar. Quiero quemar el planeta y no sé por dónde empezar. De nuevo esa palabra, esa escabrosa verdad. Gilipollas…

Latido, latido, latido

Corro al baño a lavarme la cara, a enjuagar un rostro surcado de venas azules, sucias raíces de un árbol llamado impotencia. Entonces me miro al espejo y la veo. La furia. Mis ojos resplandecen como hojas de espada al rojo vivo cauterizando heridas más profundas que el alma. Las arterias de mi cuerpo se tensan como cables aluminio cortando mis músculos en una orgía de dolor, salgre y placer ajena a cualquier comprensión humana. Golpeo con mi puño la pared sonriendo a un dolor tremebundo que brota de la zona de impacto recordándome una verdad que creía olvidada: Estoy vivo.

Entonces todo se para, el mundo, el tiempo, mi corazón; y la idea, la sensación que noté al despertar se hizo clara e mi interior. El mundo es una basura, una bolsa de mierda podrida que supura el pus amarillento de nuestra sociedad. No solo nos hemos vuelto zombis, sino que interiormente nuestra soberbia nos ha comenzado a dominar. Las dos zorras me llamaron gilipollas a la puta cara sin tenerlo que decir. La compañía de teléfonos me llamó gilipollas a la puta cara poniéndome delante a un pobre muchacho al que no puedo gritar. El mundo nos llama gilipollas a la puta cara porque nos jode el culo día tras día y no tenemos a quién protestar. La gran verdad es que en este mundo cruel todos creemos que los demás son gilipollas mientras a su vez nos dejamos insultar. No contentos con la mierda que tragamos cada día comenzamos a creernos la ostia, destruyendo lo poco bueno que podría quedarnos en nuestro corazón.

Abramos los ojos hermanos, seamos conscientes de que una vida así no se puede ni considerar. Seremos libres si queremos, si osamos a luchar. No dejéis que os pisoteen, no dejéis que os vuelvan a joder, pues en sus mentes no existe ni un atisbo de humildad. Sed fuertes pero no tiranos, violentos pero manteniendo la paz. El mundo pertenece a los intrépidos, no a quien se deja follar. No bajéis la cabeza jamás pues no existe dolor más grande que que te llamen gilipollas a la puta cara y tú sepas que es verdad.

Todavía me miro al espejo cada dos por tres, comprobando que la furia permanece. No sé si ha venido para quedarse, si es un alto en el camino o si se irá y no volverá jamás, pero al menos me ha servido para revivir una vez más. Si me permitís un consejo, cuando sintáis la furia no la temáis ni la ignoréis. Puede poseeros, puede destrozaros, pero se puede usar para el bien; el mejor ejemplo es este texto, que de no ser por ella no habríais podido leer.

Sed buenos, Gilipollas

6.2.09

Influencias

Salve Excrementos:

Decía Locke que el hombre cuando nace, coienza su existencia como una "tábula rasa", intactos e inocentes, y que era el transcurso de nuestra vida lo que nos hacía cambia, el contacto con el mundo, su influencia. Los estamentos autoimpuestos determinan nuestra vida por unos cauces que ni alcanzamos a controlar. La vida misma nos ha colocado en el agujéro decrépito por el que reptamos hacia la muerte, sin destino manifiesto ni capacidad de opinar. Aquellos que se oponen al destino son integrados por una nueva vía, mas en nuestra ignorancia tendemos a creer haberlo engañado.

Vemos la realidad a través de filtros imposibles de apartar. Somos entes ciegos, carentes de una voluntad real que nos convierta en inmortles.

He de ser sincero con vosotros, mis pequeños drugos: Habéis sido manipulados. Quitad de una vez esa cara de sorpesa y planteáos porqué. ¿Ha sido la sociedad? ¿Somos víctimas de un complot? No!!! He sido yo. La realidad que creéis conocer no es más que la suma de todas vuestras experiencias anteriores, y por ello repondéis sin pensar.

Hace un par de meses os presenté un texto sentido, furioso, sangriento. Un texto alejado de lo común, pese a que ninguno descubrísteis porqué. En los comentarios, un mensaje os solicitaba una interpretación del mismo, un descubrimiento intelectual acerca de lo que el autor había querido expresar. Muchos de vosotros abrísteis vuestro corazón y vuestras almas, ansiosos por conocer la respuesta que el personaje principal había vislumbrado, la gran verdad que le conducía al abismo de una locura que ninguno de nosotros conocerá jamás. El texto era un enigma, y vosotros decidísteis participar...

¿Y si todo lo que conocéis es una broma? ¿Y si todo lo que amáis no es más que una burda farsa cuyo creador es vuestra propia mente? ¿Y si todo el arte, la literatura, los sentimientos y las palabras no son más que risas del cadaver se un autor muerto hace eones?

Puede que el motivo de toda esta mierda, de todo este juego, sea tan banal como su contenido, pero no podía evitarlo. Llevo años viviendo bajo el estigma de grandes obras que no soporto, de increíbles creaciones que supondrían mi exilio intelectual si se me ocurriese criticarlas. La gente tiende a glorificar aquello cuya interpretación suscita una maravilla para los sentidos, mas no es más que eso: interpretación. Nuestras mentes y nuestros corazones crean monstruos que nuestro ego no es capaz de vencer, y las colocamos en un podio que no sabemos si merece únicamente por el hecho de que muchos otros lo han hecho con anterioridad. Criticamos e interpretamos la realidad y todo lo que en ella confluye bajo la tutela de los que nos precedieron, y tendemos a callarnos cuando las mayoría de opiniones en tan inmensa que la nuestra no solo será como una lágrima en el oceano, sino como una risa en el infireno.

Este es mi particular homenaje al Quijote, a Ciudadano Kaine y a Madamme Bobarí, algunas de las mayores mierdas que han pasado por mis manos, por mi mente y por mi esfínter. Esta es mi broma, mi gran texto sentido, cargado de emoción, crueldad, malicia e inspiración. Este es mi juego, donde todos habéis participado y muy pocos acabado. Mas no temáis, era muy rebuscado, lo que no quiere decir que todo esto no estubiese pensado.

Os lo explicaré:

Generalmente interpretamos los textos como una situación cualquiera que sirve de excusa y contexto para las reflexiones del autor. Miles de millones de libros de todo el mundo se basan en esta estructura, que en ciero sentido es la más lógica y correcta, pero ¿Qué pasa si esa estructura se cambia? ¿Que pasa si todas las pajas mentales, si toda la reflexión, son en realidad una mera excusa? Aquí es donde casi todos habéis fallado.

La lucha no es una excusa, sino el tema central en sí. Aquí no había metáforas, no había interpretación, la gran verdad estaba ante vuestros ojos todo el rato, pero confundísteis mi intención. No era un ser apunto de nacer, ni luchando consigo mismo, igual que el Quijote no tiene porqué ser un reflejo de nada, únicamente un viejo loco. Habéis presenciado un combate de Mortal Kombat, popular juego de principios de los 90, desde el punto de vista de el luchador, como si fuese un personaje vivo, obligado a matar por diversión a lo largo de la eternidad. El personaje cae en la oscuridad porque no había sido seleccionado, sus recuerdos eran difusos porque alguien los había escrito para él, y su terror y locura eran incomprensibles porque por una milésima de segundo fue consciente de que toda esa muerte, ese sufrimiento, solo servía para divertir a aquel extraño ser que le observaba al otro lado del televisor.

Esta ha sido mi broma, mi gran misterio. Una partida a un videojuego. La realidad tambaleada por la interpretación de algo tan banal que nadie considera posible. Puede que el arte sea una gran mentira, puede que todo lo que amamos y sentimos forme parte de un extraño juego. Pero ¿A quién le importa? Todo cuanto creemos forma parte de nosotros, así que sonreid, pues es de las pocas cosas que nadie nos podrá arrevatar.

Sed Buenos

P.D: Probad a juntar la primera letra de cada párrafo... Pardillos

14.1.09

Furia

Mi corazón palpita por primera vez en mucho tiempo. Abro los ojos. Me encuentro en un sitio extraño. En mi mano reluce un arma y frente a mi observa el enemigo. Mi enemigo.

Otro día de carnicería, de matanza indiscriminada; vacío, gris y enfermizo, infectándome con su pútrido olor a muerte.

Rasgo la ropa de mi adversario en la primera acometida; su furia, solo comparable a la de un titán, responde sin clemencia, directa a mis oídos. No puedo evitar pensar, mientras esquivo un segundo golpe, que quizás todo esto carezca de sentido. La guerra, los mundos, mi vida. Toda esta violencia, esta locura, no es más que una farsa, no puede ser real. Ah, pero olvido la furia...

Toda mi vida creí ser un ser pacífico. Una buena persona. Cuando pienso en mi pasado no puedo evitar sentir un escalofrío. Veo imágenes felices tan enternecedoras como irreales. La vida que creo mía se ha convertido en una película sin terminar. Y cuando acaba... El dolor.

Algunas personas se tornan débiles con el dolor. Se acurrucan en sí mismas pensando que nada les dañará, permitiendo que su miedo les impida ver las estrellas. Otras se fortalecen hasta el punto de perder su humanidad, otorgándoles el don de que nada les sorprenda y maldiciéndoles con la más absoluta soledad. El resto... Sucumbe a la furia.

La furia es el único sentimiento humano que podría asemejarse al amor. Salvación y perdición en un mismo filo. El único paso entre la locura y la iluminación. La furia te fortalece más allá de toda lógica, te obliga a dar un paso más. Te anima cada segundo, te empuja cuando has creído ver el final. La furia es tu amiga, tu amante, tu asesina, tu vida, tu muerte. La furia cobra forma en tus músculos, en tu carne, te mueve a voluntad. La furia te consume, te somete, te sustrae laidentidad. La furia torna en enemigos a los amigos y en rivales a los hermanos. No importan los lazos, no importan las almas. Cuando la furia te envuelve, solo importará su sangre en tus manos.

Kilómetros y años me separan de esos recuerdos, de ese dolor. Ahora sólo pienso en la sangre. Golpeo con mi rodilla el tórax de mi enemigo haciéndolo tambalear; el pitido de mis oídos no me impide percibir el grito de dolor que se escapa temeroso por entre sus labios. Una risa histérica inunda toda la estancia mientras uns ojos cargados de odio se acercan a mi. Recuerdo a este hombre, recuerdo su cara. Pero su expresión ya no es la misma, ha sucumbido a la furia.

Odia todo lo que le rodea, odia lo que aún vive en su interior. Odia lo que dejó atrás, lo que por fuerza olvidó. Odia a sus seres queridos, odia a sus antepasados, odia al hijo que nunca conoció. Odia el mundo por ser mundo. Lo sé porque también lo odio yo. ¿Qué importa lo que nos une? Fuera lo que fuera murió. Ahora somos enemigos, seres hechos para matarse, diseñados por un falso Dios.

Mis manos no son mías. No controlo ninguna articulación. Veo mi vida en tercera persona y me horroriza pensar que ese soy yo. Esquivo a mi antiguo amigo, compañero de armas, hermano, y por más que lo intento no logro sentir piedad. Una sed de sangre indescriptible recorre mi cuerpo, disparando por todo mi organismo toneladas de deliciosa adrenalina. Un duro golpe en la mandíbula y al segundo su cuerpo a mis pies.

Bosco, así solía llamarse, suplica clemencia mientras mis manos se posan sobre su cara. Reconfortado por mi tacto, comienza a llorar recordando tiempos pasados. Recuerda cuando nos conocimos, cuando nos enfrentamos. Recuerda aventuras de niños y cuando más tarde nos alistamos. Recuerda una guerra que nunca existió y el fin de todo lo que habíamos conocido. Recuerda un tiempo en que fuimos amigos y a la persona que yo era. Pero todos esos recuerdos son lejanos, pertenecen al pasado. Y los dos odiamos el pasado.

Aprieto su cara con la palma de mis manos mientras mis dedos penetran sus globos oculares. Un alarido desesperado es arrancado de su encharcado pulmón mientras retiro con fuerza mis manos de su rostro. Dejo caer sus viscosos ojos al suelo mientras me preparo para el golpe final. Sajar la garganta con mi cuchillo sería lo más fácil, pero la furia me insta a que haga algo más; la furia quiere sangre, se tiene que alimentar. Mi mano desnuda penetra su abdomen al tiempo que sus cuencas vacías se posan en mi. Durante un segundo es consciente del fin. Tirado en el suelo, mi amigo yace muerto en un charco de sangre. Aún conservo sus tripas entre mis manos cuando descubro la gran verdad. El sentido de esta lucha, de esta miserable existencia. Vislumbro el porqué de toda esta sangre, de aquello en lo que me he convertido. Mi objetivo, mi vida, se ven claras como un espejo pulido, mas el reflejo que me devuelve me arrastra a la locura, a un indescriptible horror. Ya todo carece de sentido, pues no hay nada que pueda hacer yo. De pronto todo se apaga, se desvanece como un recuerdo que jamás ha existido, y todo lo que ha pasado desaparece con él.

Todos estos recuerdos, todas estas vivencias, borradas de la vida misma por una mano inmisericorde que jamás pensó en nuestro corazón. Ahora reposo solo, muerto en el vacío, consciente de mi inexistencia. Únicamente la conciencia de la resurrección coleta en mi mente. Ajena a mi ausencia de corazón. Y una vez más el ciclo comenzará, lanzándonos a la destrucción, pues es nuestra naturaleza matarnos sin ninguna razón.