14.4.12

Primer Acto: Fragilidad

Las luces de la sala se apagan al tiempo que las acaloradas discusiones comienzan a tornarse en toses espontáneas y siseos imperativos. El aire, viciado por el humo de infinitas chimeneas, crepita de tensión al tiempo que transporta un ligero olor a humanidad concentrada. Mil ojos observan inquietamente una oscuridad absoluta solamente turbada por el verde neón de una salida a ninguna parte. El Drama Humano comienza. Actores mirando actores.

El viejo telón se levanta revelando una figura altiva y desafiante; una belleza de ojos ardientes que observa la sala al tiempo que sonríe con maliciosa magnificencia. Ella es la reina del espectáculo y el público es su droga.

La diva comienza a recitar su poesía, sincronizando su candencia con el desenfrenado latido de un millar de corazones. Grado a grado la temperatura aumenta, elevando gritos y llantos cacofónicos al nivel de letanías olvidadas con el tiempo. No importa cuantas veces sea escuchada, la pasión siempre es la misma. La multitud corea su nombre, transportándola a un nirvana del que jamás podrá deshacerse, una adicción del alma que alimenta la dependencia espiritual hacia la atención ajena. Su coraza, su protección, en las ignorantes manos de su enemigo. Eso sí es vivir al límite.

La monarca pasea sus curvas por el escenario como un tiburón acechando a su presa, satisfecha de un festín que se repite cada noche. Su público no es fiel, eso lo sabe, pero un suministro constante siempre es mejor que el riesgo de reinventarse. “La misma vieja historia contada con distintas palabras es tan válida como cualquier otra” cacarea entre dientes.

El tono de la representación comienza a elevarse por momentos, extendiendo el poder de la reina a cotas más allá de toda lógica moral, ocultando al tiempo todo aquello que la propia figura en realidad representa. Toda esa fuerza, toda esa pasión, no son más que capas y capas que cubren un espíritu tan delicado como un copo de nieve. Un diluvio emocional que oculta unas lágrimas tan tristes como secretas. Tanques de cartón piedra que mantienen a raya una tropa universal.

La poesía toca su fin y llueven ovaciones por doquier. La satisfacción general impera en el espacio absoluto, recortando en el rojo de la vida un nuevo camino de baldosas amarillas que la diva recorre a saltitos hasta quedar oculta entre bastidores. Una noche más ha obtenido su droga y ha sobrevivido al proceso, mostrando su ser como ningún otro, escondiendo su alma como nadie. Cuando participas en el Drama Humano debes ofrecer mucho más de lo que cualquiera pueda asimilar, de esta forma nadie puede ver tu ser en conjunto.

El segundo acto va a dar comienzo, pero a la pequeña figura, a la aparente diosa, ya no le importa. Sentada en su camerino llora sola por su maldición. La necesidad de reinar un escenario que la aterra dibuja un cuadro de irónica locura sólo posible en una realidad como la nuestra.

Cada hombre posee dentro de sí una flor que se muere por momentos. El alma, ese ente intangible de infinitas capacidades, es el motor de la representación. Sin embargo tanto poder no se encuentra exento de riesgos. El espíritu es algo muy delicado, lo que determina que cada uno cree capas para su protección. Son estas capas las que determinan nuestro papel como actores, lo que da forma a la representación. La Reina del Drama lo sabe y tapa sus grietas con exceso de pasión. Violencia, timidez, agresión… No importa lo que elijas, al final todo se reduce a proteger nuestro propio corazón.

Fin del primer acto.